domingo, 6 de septiembre de 2009

EBRO 1938. Las brigadas internacionales



La foto fue publicada en La Vanguardia del domingo 30 de octubre de 1938. Al pie decía: "varias de las gloriosas banderas de los batallones internacionales".



En EBRO 1938 la presencia de las brigadas internacionales destaca en el capítulo de su despedida, pero también en el resto de la novela. Debo agradecer la labor de historiadores como Angela Jackson, y su "Més enllà del camp de batalla", César Vidal y "Las brigadas internacionales", Rémi Sloutelsky por "Novedad en el frente", Peter N. Carroll por "La odisea de la Brigada Abraham Lincoln", Chris Henry por "The Ebro 1938", o "Las brigadas internacionales" del CEDOBI, lo mismo que la memoria de brigadistas como Artur London ("Se levantaron antes del alba"), o Alun Menai Williams, que en paz descanse, con su "I vaig tornar a creuar l'Ebre", entre otros.


El historiador francés, Rémi Skoutelsky, iniciaba el capítulo segundo de su citada obra con una frase de Vladimir Jankelevich: "hay que empezar por el principio, y en el principio está el coraje".


En el final podríamos poner lo que escribió Edwin Rolfe: "Hombres de todos los rincones yacen aquí unos junto a otros, en paz ahora después de la crucial tortura del combate".


Dolores Ibarruri, La Pasionaria, les despidió diciendo: "Vosotros sois la Historia. Vosotros sois leyenda".


En la sierra de Pàndols un monolito, construido por Percy Ludwig y los de la XV Brigada, aún sigue recordando a los voluntarios, de 53 naciones, que intentaban defender los principios de libertad y convivencia internacional.


Uno de ellos, Sol Frankel, a los 87 años, sin poder mover el brazo derecho a causa de un balazo recibido en el Ebro, comentaba: "Perdimos la guerra, sí, pero si volviera a nacer volvería a luchar contra el fascismo". Estaba orgulloso de haber peleado junto a los republicanos, decía, con la cabeza alta.


Pero muchos nunca volvieron. Por ejemplo, los del batallón Vaillant-Couturier, que entre Amposta y el molino de arroz, cruzaron el Ebro. En la otra orilla recibieron fuego de ametralladoras y bombas de mano. Ni uno solo regresó.


Tampoco volvieron la mayoría del batallón Commune de París. Aunque consiguieron establecer una cabeza de puente, de unos cuatrocientos metros, fueron contraatacados, se quedaron sin municiones, y al llegar la noche no eran ni 100 de 800 los que aún estaban vivos.


Milton Wolff, el Lobo, diría años después: " de nuestro batallón (el Lincoln) formado por 3.000 hombres, 900 están enterrados en tierra española".


Con 27 años, el matemático David Guest falleció cerca de Mora de Ebro. En una carta a su madre decía: "Esta es una de las batallas más decisivas que nunca se hayan dado para el futuro de la raza humana, y todas las consideraciones personales se esfuman ante tal hecho".


En silencio sabemos que hay quien nunca se rinde.

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