¿Se puede saber de ante mano qué batalla será la más decisiva dentro de una guerra? Me lo pregunto ahora pues de cuestiones bélicas tengo poca idea, la verdad. Pero me da la sensación, si pienso en conflictos más o menos recientes, que no, que cualquier batalla es totalmente impredecible y el ganador se verá al final de la misma, nunca antes de lucharla. De esto y otras muchas cosas habla Ebro 1938, la última novela de Rubén García Cebolleroque hoy trataremos.
Verano de 1938. Estamos en plena Guerra Civil Española y los distintos bandos luchan sin cesar por todo el territorio español para ganar terreno al enemigo. Sin embargo, será una la batalla más decisiva, una la que marque el rumbo de la guerra, el color de la victoria. Ésta no es otra que la del Ebro,
Imagino que no tiene que ser nada fácil escribir una novela histórica sobre
La obra de Rubén García Cebollero trata de forma objetiva, por una parte, una batalla en concreto de esta contienda, la del Ebro, dando todos los datos pertinentes que sin duda su buen trabajo le habrá costado recopilar, hechos fehacientes que nos hablan de una guerra que podría haber ido en un sentido, pero que cambió su rumbo en cierto punto.
Por otro lado, el autor nos ofrece la visión meramente subjetiva de todos aquellos que la vivieron, los sentimientos encontrados que les invadieron, las penurias padecidas, el destino final de cada una de aquellas almas. Es así como nos enfrentamos ante una narración plagada de cartas, canciones, oraciones y poesía, una narración predominantemente lírica, una prosa que quiere a veces convertirse en pura poesía, en la que los propios personajes se convierten en numerosas ocasiones en narradores en primera persona de los pasajes por los que Rubén nos lleva.
Y es que Ebro 1938 no es tan sólo una novela bélica, sino también, y fundamentalmente, una obra de personajes, con nombre y apellidos, con penas, alegrías, esperanzas y desesperanzas; en definitiva, personajes tan reales en el papel como en nuestro mundo. Difícil decantarse por uno o por otro, sabiendo que son todos tan protagonistas de esta historia, su historia: están Basilio, el viudo que le escribe cartas de amor a su difunta mujer, Berta, con tal emotividad que nos será imposible dejar de conmovernos tras la lectura de sus misivas; Maik, el camillero de ambulancia americano que se enamora de Carmela, la joven y simpática bibliotecaria prima de Basilio; Pablo Uriguen, el vasco que no volverá nunca más a pescar; Roque Esparza, el maño que se nos hace tan cercano al expresarse como lo hace; Pedro Hernández, el murciano nadador que acabará hospitalizado… Todos y cada uno son indispensables, todos ellos se merecen el sentido homenaje que Ebro 1938 les brinda, que Rubén García Cebollero les ofrece a ellos, pero también a nosotros, hijos de la democracia que no debemos olvidar que hubo un tiempo en que las cosas no eran tan fáciles como lo son ahora, que España lucho y ganó un bando, pero que también podría haber ganado el otro; pues cuando se va a la guerra, todos esperan ser los vencedores y lo cierto es que todos, como seres humanos pierden mucho más de lo que pudieran imaginar en un principio.
Toda batalla es mala, digan lo que digan los políticos que las fomentan. Las guerras siempre conllevan muerte, destrucción, un sufrimiento innecesario para todos los combatientes y sus familias. No me cansaré de decir que el ser humano necesita aprender del pasado para no repetir los errores en el futuro. Leer Ebro 1938 es una buena forma de empezar.
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